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LOS PROBLEMAS AMBIENTALES DEL TURISMO RURAL

 

 

 

                                                                      

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LOS PROBLEMAS AMBIENTALES

 

 DEL TURISMO RURAL

        

José Manuel Pérez Pena

Ecologistas en Acción - Albacete

   

Albacete, diciembre 2004

 
 

Introducción

 

            En España al hablar de turismo en cualquiera de sus modalidades no se puede hacer sin analizar previamente las tres fases por las que ha pasado el modelo turístico español: turismo hotelero, turismo residencial y el turismo rural. El primero corresponde al primer eslabón del modelo que se inició en los años sesenta y se corresponde al turismo de masas, identificado con la oferta sol y playa, y se caracterizó por su concentración urbana en las costas del Mediterráneo y en las islas, con alta densidad de construcción y el hotel como protagonista.

 

            El turismo residencial se inicia a partir de la década de los setenta, después de completarse de manera masiva la oferta hotelera. Se trata de la venta de fincas rústicas que serán urbanizadas para construir, también de manera masiva, urbanizaciones particulares integradas por chalets y bungalows que se venden como segunda residencia a ciudadanos de la Europa rica (jubilados principalmente). Y en tercer lugar aparece el turismo rural o de interior , más reciente y que viene a completar la oferta de una actividad industrial que tiene como denominador común la especulación del suelo y la urbanización de parajes y espacios de alto valor ambiental. 

 

            Hay una unanimidad social a la hora de colocar en la balanza de la actividad turística los daños ocasionados a las playas y a sus terrenos colindantes así como la transformación que han sufrido en un corto espacio de tiempo pueblos y regiones de la mano de esta poderosa actividad económica. Pueblos pequeños de pescadores como Benidor o Torremolinos, han pasado en menos de treinta años a convertirse en grandes ciudades que llegan a albergar a más de un millón de visitante durante los meses de julio y agosto. La transformación ha sido absoluta y total sin que nadie pudiera frenar la codicia de unos promotores turísticos que no se paraban ante ninguna dificultad. De esta actividad, en muchísimos casos delictiva, se urbanizaron ecosistemas de altísimo valor ambiental como dunas, pinares, bosques etc., surgiendo moles de hormigón frente al mar o construyendo urbanizaciones en lugares imposibles de montaña. Todo esto no hubiera sido posible sin la complicidad política que colaboró y dio facilidades para que el empresario turístico no se viera preocupado por las consecuencias que se derivaban de verter directamente al mar los residuos de millones de clientes, o de construir puertos de recreo que dejaban a las playas sin arena, o de agotar el agua del subsuelo para llenar piscinas y regar campos de golf o incluso de recalificar montes que previamente habían sucumbido bajo las llamas. Los defensores del turismo industrial intentan ocultar los terribles daños ambientales, en muchos casos irreversibles, situando en la otra parte del platillo la riqueza creada por el turismo de masas en un país como España y su contribución al PIB.

 

            Alrededor de la industria turística se han creado excesivos tópicos y numerosas coartadas éticas. La palabra turismo es manoseada excesivamente confiriéndole el valor en sí de animador de determinadas economías, sobre toda de las más deprimidas, como son las rurales y agrarias, que será usado de escudo protector para tapar los impactos ambientales de una industria que no es industria, a lo más una actividad, a la que se le confiere un valor siempre en positivo. ¿Cómo se ha llegado a ésta situación de permisibilidad con un sector de la economía que lleva asociado fuertes impactos sociales, culturales y ambientales?. Seguramente porque el turismo, al igual que la hidra mitológica, basa su supervivencia en estar dotada de nueve cabezas, de las cuales una era inmortal, y de ahí la dificultad de situar, dentro del conglomerado que conforman la actividad turística, los efectos más dañinos y peligrosos.

 

 El turismo es la suma del sector transporte (terrestre, aéreo y marítimo), del inmobiliario, ocio (deportivo, cultural, religioso, relax...), infraestructuras, energético, y de todos aquellos que tenga como objetivo mover a viajeros de un sitio a otro, de manera temporal, con el objeto de que haga uso mercantil de una serie de servicios e instalaciones construidas con ese fin. Analizadas una por una resultan de por sí actividades duras, responsables de los impactos que se derivan de las emisiones de CO2 del transporte, de la construcción de carreteras de elevada densidad en zonas de montaña y los consiguientes daños sobre el territorio de la urbanización de espacios únicos como playas, bosques y montañas, así como las actividades de ocio duras que tienen a la naturaleza como su principal reclamo (estaciones de esqui, bajadas de ríos de alta montaña, 4x4). Riesgos reales que se producen, únicamente, en aquellos espacios que ven modificados sus usos tradicionales por otros nuevos y que necesitan una regularización y control, sobre todo porque nos enfrentamos ante especuladores duros, carente de ética y de valores, salvo el de la codicia.

 

La industria del turismo se ha convertido a lo largo de la segunda mitad del s. XX en la más importante del mundo en volumen de recursos quedando muy pocos ámbitos libres de su influencia.  Su campo de acción es hoy global, traspasando el marco local, donde prima, por encima de todo el aspecto mercantilista e instrumental, lo que está llevando a levantar voces respecto a la amenaza que este sector supone para las economías y culturas autóctonas. El lugar de destino para el turista se denomina “producto”: producto playa, reservas naturales, museos, paisajes, aventura, deporte de riesgo sin que ese producto exija el tener que relacionarse con la realidad de un país o de un pueblo y su gente. Se puede ir a Cancún o a Toledo o a la Sierra de Alcaraz sin que eso suponga conocer México, Castilla-La Mancha o Riopar; porque lo que se ofrece es simplemente un escape en el que el destino es prescindible y por tanto marginal. El discurso del modelo actual de turismo necesita ser reflexionado desde perspectivas diferentes a la de rentabilidad económica y los intereses inmediatos de las grandes empresas y de los sectores especuladores, incorporando criterios sobre los límites éticos de esta actividad y su supeditación a la idea del desarrollo sostenible donde la defensa del medio ambiente, la economía y las culturas locales son imprescindibles.

  

Turismo rural

 

            Turismo rural, verde, ecológico constituye una terminología confusa que se utiliza, indistintamente, para hablar del tercer eslabón del turismo en España y que nace a raíz de los primeros síntomas de agotamiento del modelo turístico hotelero y residencial. La CE fue la gran impulsora del turismo rural en España como una alternativa a la perdida de rentas y el abandono del mundo rural que supuso el proceso de integración europeo. Bruselas entendía por turismo rural lo siguiente: “Dado que el turismo rural responde a formas y a acepciones muy diversas, según el país de que se trate, debe ampliarse la noción del “producto turismo rural” más allá de la de “agroturismo rural” con el que ha menudo se identifica. El turismo rural, por tanto, afecta a toda clase de turismo en el ámbito rural. (Comisión de Comunidades Europeas, 16 de Abril de 1991). Es decir, turismo rural es todo tipo de turismo llevado al medio rural, ya sea hotelero o residencial de lujo, y con ésta idea se ha ido desarrollando a través de agentes locales una formula turística favorecedora de la idea que concibe el espacio rural como mercancía generadora de plusvalías urbanas, y que tiene en la especulación su principal motor.  Turismo a gran escala en el entorno rural y por tanto ligada a los intereses de los sectores inmobiliarios y de las empresas del sector han acabado ahogando la idea de un turismo a pequeña escala o agroturismo, dirigido a mantener la población agraria en el medio en que vive, ligada a los vecinos y de complemento a las rentas agrícolas y con una menor capacidad de carga sobre espacios pequeños.

            La idea de un turismo sostenible se ha visto sustituido por los criterios de rentabilidad a corto plazo que buscan los inversores (turoperator, agencias de viajes, constructores, inmobiliarias), conocedores del desplazamiento hacia el interior de una parte de viajeros hacia el paquete naturaleza- aventura y que supone incorporar nuevos territorios y espacios con vocación agropecuaria, cultural o natural, que se encuentran en retroceso, a las demandas de una oferta más diversificada. Pero el tiempo transcurrido, aunque es pequeño en relación a la alternativa sol y playa, no es óbice para que ya comience a aparecer los primeros conflictos de carácter social y ambiental como resultado de la turistificación que sufren las comarcas y pueblos de mayor  potencialidad ambiental, debido al proceso de urbanización de los parajes más atractivos  con  la construcción de hoteles, cabañas y segundas residencias y de  los problemas añadidos que supone el desbordamiento de la capacidad de carga, de la fragilidad de los espacios urbanizados y de los problemas hídricos derivados del aumento de la demanda; situaciones que se ven favorecidas por la ausencia de normas urbanísticas  y ambientales –o por la modificación de las existentes-, y en algunos casos por el cruce de intereses entre los responsables municipales y sus actividades económicas, vinculadas a una idea especulativa del turismo.

 

            La imagen idílica que envuelve la opción del turismo rural está sirviendo para tapar las tensiones derivadas del proceso acelerado de urbanización de la naturaleza que  se escapan a cualquier planificación y que permite que en el municipio de Riopar, por poner un ejemplo, haya sido posible construir complejos hoteleros camuflados bajo la estética de cabañas (que no dejan de ser vulgares bungalow), en lugares de alto valor ambiental y por tanto en espacios muy frágiles (Toma del agua, La Dehesa, Fuente del Ojico, El Lagunazo), que han servido de reclamo para arrastrar una oferta turística de masas ( fuera del calendario estival), mediante el sacrificio de los parajes mejor conservados de la Sierra de Alcaraz. Estos atropellos son el resultado de la confusión que existe en nuestro país entre lo que es el turismo rural y el agroturismo, utilizados indistintamente, y que están permitiendo que la construcción de un chalet en medio de un monte o un campo de golf se le pueda colocar la etiqueta de verde o ecológico. Esto no impide que los Ayuntamientos y la administración Regional utilizen sin escrúpulos para defender su idea de turismo rural los principios que encierra el agroturismo y que no son otros que los de un turismo blando y no impactante y que apuesta por la ausencia de masificación, contacto con la naturaleza, excursionismo no impactante, alimentos autóctonos e inmersión cultural; todo lo contrario de lo que se está haciendo.

 

           

Cuando los planificadores son los dueños del negocio

 

            La propuesta turística de la provincia de Albacete se ha caracterizado por la falta de reflexión y de la planificación suficiente para evitar repetir, a pequeña escala, los  “errores” sobre los que se ha desarrollado el turismo de sol y playa.  La debilidad de la Administración regional, su bisoñez y desconocimiento del turismo así como la falta de profesionales cualificados y de recursos suficientes permitieron que la oferta turística se organizara a golpe de voluntarismo y de elevadas dosis de improvisación. La ausencia de una política clara y reconocible dejó la iniciativa y la responsabilidad en mano de grupos económicos locales que pugnaban con las diferentes administraciones por evitar cualquier norma que les supusiera una traba en su deseo de disponer de los recursos naturales más valioso para revalorizar su oferta. No se construía alrededor de los pueblos para aprovechar los servicios de agua, electricidad y basura porque los pueblos en sí no ofrecían ningún atractivo. Es el ejemplo de Riopar: un pueblo nuevo, sin atractivos urbanos pero que dispone en el término municipal de un paraje natural singular, los Chorros, que va servir de reclamo para organizar un régimen de visitas alrededor de un ecosistema único y sensible y que la falta de regularización y de planificación ha creado un grave problema ambiental debido a los más de 50.000 turistas que lo visitan.  

 

            El paraje de los Chorros va a ser exprimido sin ningún pudor desde diferentes ámbitos administrativos y privados, como lo atestigua la campaña llevada a cabo en la década de los ochenta por la Junta de Comunidades como imagen de Castilla-La Mancha, lo que situó a Riopar en el circuito privilegiado de un turismo de “un solo día” y en un “solo sitio”. Y así fue como lo entendieron los que más se aprovecharon del régimen de visitas organizada por la JCCM por medio de las consejerías de Bienestar Social y de Cultura: los tenderos de Riopar fueron los beneficiados directos de las características de un turismo tan poco exigente que colocó importantes recursos económicos en sus manos, que utilizaron para levantar una infraestructura hotelera, aprovechando la ausencia de legislación o modificando la existente, para construir sin reservas en los espacios naturales mejor conservados y aislados. Contaban con el “extra” de lo singular para recuperar a corto plazo el valor de sus inversiones.

 

 Solo así se puede entender que en el municipio de Riópar se hayan podido autorizar desde el Ayuntamiento construcciones (técnicamente ilegales, el municipio carece de PGOU) de cabañas de madera como el Lagunazo, situada a 3 km del nacimiento del río Mundo, que cuenta con una laguna artificial y que carece de métodos de tratamiento de las aguas residuales; o en la Toma del Agua, otro paraje natural modificado por la instalación de dieciséis cabañas y el embalsamiento de un arroyo para crear una laguna artificial, interrumpiendo el recorrido natural del regato y con graves riesgos para los clientes en caso de incendio forestal; la Dehesa o la urbanización residencial de los Pinos (conjunto de chalet en torno a un picacho situado a la salida de la población). Todas tienen un común denominador: la ilegalidad, el fuerte impacto de unas construcciones foráneas lejos de la vivienda tradicional serrana, la urbanización de espacios naturales y que ha sido posible por la ausencia de la Administración autonómica y por un Ayuntamiento que no ha sabido delimitar los intereses entre lo público y lo privado.

 

            Nos enfrentamos a una iniciativa que tiene como objetivo la urbanización de la naturaleza mediante proyectos agresivos en tanto que transforman e impactan duramente el entorno, modificando cauces fluviales (Lagunazo, la Toma del Agua, la Dehesa, Campamento de San Juan), meterorización de suelos, construcción y asfaltado de caminos forestales, presencia masiva de vehículos a motor, generación de residuos y no tratamiento de aguas residuales e incremento de consumos hídricos, además de crear una infraestructura eléctrica innecesaria que incrementa la trama de tendidos a través del monte. Estamos hablando de fuertes impactos sobre unos espacios sensibles y de vocación forestal y ganadera, que se ve transformado en instalaciones permanentes de ocio sin atenerse a ninguna restricción en su uso y sin atender la capacidad de carga que puede soportar estos ecosistemas. Una capacidad que es sumativa de los diferentes proyectos existentes a los que hay que añadir los derivados de las visitas al paraje de los Chorros y de la oferta de ocio y aventura relacionada con las actividades de espeleología, montain baik, caballo, senderismo, motos todo terreno, barranquismo, 4x4 y las que se le ocurran al cliente que  intente imaginar un viaje donde siempre encuentres amigos, un viaje donde puedas realizar todas las actividades que deseas... Te ofrecemos un turismo a la carta...”, tal y como recoge la propaganda, sí, propaganda del folleto publicado por Asociación Sierra del Segura, donde se da a conocer la oferta de alojamientos de turismo rural

 

            Es el resultado de la ideología de la turistificación que prescinde del hecho que el turismo nunca puede ser la solución absoluta a la crisis de la economía agraria o industrial, como es el caso de Riopar; un pueblo cuya economía ha girado desde el s. XVIII hasta la década de los noventa, sobre las minas de calamitas y la fabricación del bronce. La actual situación de boon del turismo del que participa el municipio pretende, por lo menos en los planes de los políticos, ser la alternativa al cierra de la fábrica, y por tanto en motor económico de la comarca de Alcaraz. Las inversiones para mejorar las infraestructuras terrestres y de servicios han buscado acortar el tiempo de viaje y facilitar la llegada masiva de visitantes. En ésta idea, de buscar el número, se ha organizado la oferta que viene a rondar las setecientas treinta plazas para cabañas y bungalow[1], que sumadas a las de camping, más pensiones y pisos se sitúa en torno a las mil plazas, a la que hay que unir la visita del día provenientes de provincias limítrofes (Murcia, Alicante y Valencia principalmente) lo que provoca una presión de carga superior a la que tiene el terreno para absorber el número de turistas. Solamente los Chorros y su entorno, un espacio muy reducido, recibe más de cincuenta mil visitas a lo largo del año lo que en opinión de algunos expertos ha contribuido a  convertir el paraje en un vulgar parque urbano. Una manera de confirmar la degradación y deterioro que sufre el paraje más emblemático de la provincia debido, entre otras causas,  a la explotación comercial obscena de este paraje que carece de un régimen restringido de visitas ni planes de regeneración de suelos que permitan recuperar los conjuntos botánicos de pradera desaparecidos, e impidan la meteorización del suelo, responsable de la degradación del suelo de la explanada, así como la fuerte erosión que sufre la ladera de subida a la cueva por el número de personas que se apuestan a la entrada del nacimiento del río. La falta de presencia de la Administración autonómica es ocupada por la iniciativa privada, que cuenta, de antemano, con la actitud laxa de las autoridades ambientales para hormar una oferta de ocio de aventura hecha a la medida de los intereses comerciales, y que en el caso del nacimiento del río Mundo, ha servido para acelerar las causas de degradación de uno de los  ecosistemas kásticos más interesentes de la Península Ibérica.

 

 

Impactos causados por las actividades turísticas y de recreo en el medio rural-natural

 

            El Turismo Rural es una actividad que se desarrolla en dos espacios diferentes: el núcleo de población y el medio natural que lo circunda.             Los impactos más habituales en el medio natural se deben  al paso continuado de personas, así como a la presencia de medios de transporte motorizados o no (bicicletas, motos, turismos y 4 x 4). Es la primera causa de degradación que sufre la explanada y los entornos de la cueva de los Chorros. La visita no regulada de más de 50.000 turistas en un año (según datos recogidos de la guardería) provoca:

 

-         Una reducción de la cubierta vegetal, y cambios en las comunidades florísticas por el vertido de materia orgánica.

-         Reducción brusca y desaparición en algunos casos de especies vegetales por recolección abusiva.

-         Desaparición de las capas fértiles superiores del suelo.

-          Compactación del terreno y desarrollo de procesos erosivos.

-         Ahuyentamiento de los animales más sensibles y daño de animales en los periodos más sensibles que coinciden con el periodo de cría y a la vez con el mayor número de visitas (celo, puesta y cría de inmaduros).

-         Incremento de la contaminación acústica (por la presencia masiva de personas, el llevar aparatos de música), contaminación del suelo (vertidos de aceite), contaminación atmosférica ( gran presencia de vehículos) y de las aguas (lavado de utensilios y de vehículos).-         Aparición de puntos o áreas de vertidos de basura.-         Incremento de riesgo de incendio. 

No son estos los únicos daños, la relación de problemas recogidos arriba se multiplican y amplían sobre la oferta que tiene lugar en los emplazamientos de cabañas alejados del núcleo urbano. El Lagunazo, La Toma del Agua, La Dehesa, los Camping de Riopar y Mesones reciben un número de turistas (1.000 plazas residenciales) en un entorno natural singular, que debido a su ubicación y a las actividades de ocio ofertadas (senderismo, escalada, rutas a caballo, 4x4,  montain-bike, Kwuas, motocross, barranquismo, espeleología, micología) contribuyen a acelerar los procesos de degradación y de impacto sobre la flora, la fauna y la topografía como ha sucedido en el Lagunazo y la Toma del Agua, donde los promotores han alterado la morfología del terreno para dar cabida a unos embalses. La creación de láminas de agua artificiales provoca la perdida de  recursos hídricos por evaporación, incrementando el nivel de humedad a escala local, lo que va a incidir negativamente sobre  las plantas al suministrarle más humedad. Además de los daños derivados de la construcción de nuevos viales (carreteras, aparcamientos) que faciliten el acceso del transporte motorizado y que están muy presentes en todas las ofertas que han surgido en el municipio.

 

            En el caso de las concentraciones de población los efectos más perniciosos se producen por:

 

-         Un incremento de las emisiones de contaminantes atmosféricos a partir de un mayor consumo energético en torno a la circulación rodada.

-         Generación de vertidos de aguas residuales no tratadas.-         Escombreras y vertederos de residuos sólidos urbanos no controlados.-         Reducción de las áreas agrícolas y naturales como resultado del crecimiento de las construcciones, equipamientos e infraestructuras.-         Mayor consumo hídrico debido al incremento de población estacional (censo en torno a los 2.000 habitantes) y un aumento del proceso de eutrofización de las aguas (el río Mundo baja contaminado a los pocos kilómetros de su nacimiento: piscifactoría, núcleos residenciales y hoteleros).   Problemas ambientales que son causados por el actual modelo de turismo rural y que son detectados, cada vez más, por unos turistas que no están dispuestos a repetir. Las Administraciones, a pesar de conocer la degradación del soporte sobre el que se desarrolla su actividad sigue moviéndose con timidez y miedo de enfrentarse a los tenderos y especuladores.  Deportes que degradan la montaña 

La naturaleza se ha convertido en un fuerte reclamo para la realización de prácticas deportivas de lo más dispares a lo que ha contribuido los cambios producidos en una sociedad que dispone  de más tiempo libre así como a las facilidades de movilidad, gracias a la mejora del viario de transporte por carretera, que permite desplazarse en poco tiempo desde el ámbito urbano al rural. A la implantación de los nuevos gustos del ocio de aventura, se debe al peso que las modas deportivas y la propaganda de las casas comerciales (olimpiadas, competiciones) han jugado en el incremento de las prácticas deportivas que tienen como marco la montaña ( montain-bike, barranquismo, parapente, senderismo, etc), favorecido por la creación de numerosas empresas que se dedican a organizar actividades deportivas en la naturaleza y que se presenta como un complemento “imprescindible”  de la oferta hotelera y de las casas rurales.

 

            El perfil del practicante de actividades deportivas y de ocio en la naturaleza se corresponde al de una persona urbana, joven y de clase media, y que no entienden la fragilidad que presenta el medio natural-rural, sin importarle lo más mínimo las consecuencias que deja tras de si la actividad realizada. Tampoco el empresario que les facilita la actividad tiene más formación y preocupación al igual que la Administración que no ha sentido, hasta el momento, la necesidad de regular las actividades de este sector. Los daños que determinadas prácticas ocasionan está en relación a la : modalidad deportiva (no es lo mismo el senderismo que 4x4), la intensidad ( a mayor frecuencia más impacto, el senderismo puede ser un problema como sucede en la subida a la cueva de los Chorros), la frecuencia, la capacidad de carga ( que depende de las características ecológicas del territorio), la reversibilidad de los impactos (una huella humana desaparece en poco tiempo, mientras que la de una moto de cuatro ruedas o de un 4x4 tarda más tiempo). Por consecuente es necesario la realización de EIA en todas las prácticas deportivas de ocio y recreo como paso previo para eliminar o mitigar las repercusiones ambientales de éstas prácticas.

 

            Todo el territorio no tiene la misma capacidad de acogida para cualquier tipo de actividad y de soportar por igual la presencia humana. La necesidad de zonificar se presenta como un requisito previo para comprobar si las actividades deportivas y de ocio se pueden desarrollar en el medio natural. Muchas de las consecuencias que producen se ha hecho referencia en apartados anteriores y no se sustraen a las mismas ni el caminar, sobre todo si son miles quienes lo hacen por el mismo lugar. Senderismo, montañismo, carreras de orientación, rutas micológicas, espeleología, barranquismo, parapente, fotografía de la naturaleza, acampada, 4x4 y motos, caza, equitación entre otros, tienen un impacto en función de factores relacionados con la frecuencia, intensidad, modalidad y la capacidad de carga; y va a ser el suelo, la morfología, la fauna y flora y las diferentes formas de contaminación los que sufrirán sus efectos principales e inmediatos.

 

            Actividades que generan impacto y que están sin regularizar y fuera de control y que en Riópar se organiza para un segmento importante de turistas (se excluyen los grupos organizados y federados de espeleología y montañismo) y que no tienen ninguna limitación en sus desplazamientos y movimientos.

  

Conclusiones

 

            1º. El turismo equivale a población que usa un espacio determinado y sus recursos, y que provoca una serie de impactos que pueden llegar a ser graves.

            2º. El desarrollo del turismo rural no debe suponer en ningún momento la sobreexplotación del medio natural que provoque daños irreparables al medio ambiente.

            3º. La crisis del mundo rural no puede ser solucionado con el monocultivo turístico, éste será en todo caso un complemento de rentas.

            4º. Los enclaves naturales de valor habrá que limitar la carga turística, dimensionando la capacidad de acogida que puede absorber un determinado enclave natural (los Chorros, no pueden soportar el régimen de visitas actual) recurriendo a la política de cupos (una manera de poner trabas a sectores sociales de baja conciencia ambiental) .

            5º. Reglamentación de actividades a desarrollar en el medio natural que incluye:

-         Control del uso de la bicicleta de montaña, motos y 4x4.

-         Cierre de pistas forestales, caminos rurales y vías pecuarias a fin de impedir el acceso indiscriminado de circulación rodada.

-         Establecimiento de sendas para la práctica del senderismo, ciclo-turismo, montain bike, rutas a caballo con el fin de centrar los impactos.

6º. Evitar desarrollar un enfoque urbano del desarrollo turístico en el  espacio rural.

7º. Elaborar PGOU que incluyan limitaciones a un turismo rural sobredimensionado y a la urbanización de la naturaleza y que aplique con rigor la disciplina urbanística derribando las construcciones ilegales. El crecimiento urbano se hará en torno al núcleo de población o rehabilitando antiguas construcciones abandonadas destinándolas para alojamientos residenciales(cortijos).

8º. Elaboración entre diferentes agentes sociales: Administración, comerciantes, usuarios, población rural afectada y grupos ambientales de una política de Turismo Rural coherente con las dimensiones de la oferta con el fin de limitar los impactos y usar racionalmente los recursos.



[1] Guía turismo rural Sierra del Segura 2004. Asociación de Turismo Sierra del Segura

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